lunes, 19 de octubre de 2009

El poder del amor

El amor es un sentido en sí mismo, o el complemento de cada uno de estos.
Su poder es un arma divina o tan cruel como el mismo demonio, todo radica en quien lo utiliza, y como.
Es la escusa perfecta de cada acontecimiento, divino o no.
Disfrazamos con él, muchas cosas sin sentido y a las que tienen sentido le pedimos que con su protagonismo, lo opaque.
El amor y el poder son dos cosas absolutamente independientes, pero un coctel molotov cuando se funden. Que siempre está ahí esperando al estúpido que acerque la lumbre.
Y ese estúpido siempre llega, son personas. Con lo que eso implica.
Porque de la definición de seres humanos, estoy muy seguro de que somos seres, pero tengo una gran duda, sobre ser humanos.
El poder tiene la suprema potestad sobre todo, y en el amor esto no será diferente.
Cuando los actos se llevan a cabo dirigidos por el amor, cargan una dosis de poder caritativo, los resultados son extraordinarios, exquisitos, dignos de admirar, envidiados por todos los que somos racionales, el universo entero se viste de gala. Y de tal forma cuando su poder es cruel, sus resultados son devastadores y otro universo tiene la osadía de vestirse de gala.
Yo creo en el amor, yo bebo de él y doy a beber. Solo le temo al poder.

¡Quiéreme!
En tus angustias, en tus alegrías.
¡Quiéreme!
Mujer en tu sexo.
¡Quiéreme!
Amigo en ti. Que yo a ti te quiero.

Necesitamos de él, y a él alimentamos.
Pero le tememos, sabemos que en su furia él puede tener una crueldad absolutamente destructiva, desamor.
Cuantas veces el corazón se sube en sus alas blancas y estas se niegan a alzar el vuelo, en cuantas ocasiones besamos el suelo por donde el pasa.
Pero su crueldad, es lo que más nos lastima, lo que más duele.
Amar la libertad y enfrentarse al poder, batallas trágicas dice la historia, tanta sangre que aun mantienen su humedad en nuestra memoria.
Unir dos fuerzas tan exquisitas y que vayan de la mano es el reto de toda esta humanidad.
Ver tras sus cristales limpios y puros como gotas de agua del rio que tú elijas.
Y muchas veces la realidad supera toda ficción, todo lo imaginable.
Hay canciones que cantan al amor, poemas y poetas que solo viven escribiéndole al amor y por amor hay historias tan dispares como colores hay en los arco iris.
Quería ver hasta dónde puede llegar este cóctel, y no fui muy lejos.
Poco a poco fui detrás de una pista. Una mirada triste de una mujer.
Sus hijos compartían colegio con los míos y nuestra calidad de vecinos era la guinda para poder llegar más allá de esa mirada triste, perdida, y hasta dolorosa de contemplar.
Me afane en acercarme, si, debo reconocer que la perseguí.
Y hoy todavía sangra lo que me mostro esa mirada.
En la comunidad de vecinos estaba el murmullo cruel, de que esa joven era una mujer maltratada por el machismo enfermo.
Mi hija mayor me comento que el niño estaba faltando al colegio y apenas me cruce con ella una tarde de marco gris en el ascensor le pregunte por él.
La respuesta fue justo esa a la cual yo no estaba preparado, ni una palabra solo un pequeño y atragantado llanto salió de esa joven. Que no pudo con su silencio.
El amor era su peor enemigo, la conjunción en su corazón del amor de mujer y del amor de madre la estaban matando poco a poco.
Ese hombre que le había devuelto la vida después de un fracaso matrimonial en su país de origen (Perú), hoy se la estaba quitando, en cada golpe, en cada grito.
Pero la maldad de este llegaba a límites insospechados para quienes no concebimos esta crueldad.
Su dolor más sufrible no era por ella, era por sus hijos y en especial por el mayor. Que apenas tiene 11 años.
Ese chico que va de camino a convertirse en todo un jovencito, que ya ha sufrido la pérdida de un hogar que se encuentra en un país extraño y tan lejos de sus recuerdos y olores de infancia (España). Se está haciendo hombre de golpe y a base de estos.
No podía con sus dolores y por ese motivo no acudía a sus clases en el colegio.
En un acto de amor hacia su madre se armo de poder, no pudo resistir más en silencio dentro de su cuarto con su pequeña hermana los gritos desgarradores de su madre una noche más y acudió en urgencia a defenderla. El resto puede ser suponible, pero prometo que mi imaginación no llega a revivir esos acontecimientos con exactitud, solo el relato de aquella joven destrozada, perdida.
Salto sobre ese hombre que desde hace años ocupaba el lugar que su padre abandono, lucho casi de igual a igual, se enfrento con la valentía de un hijo desesperado para frenar el castigo de aquel verdugo. Y el desenlace fue aun más cruel si cabe.
Paro el castigo por un instante, detuvo el dolor, hasta que ese hombre le chantajeo.
Le miro, se giro hacia su madre soltó una bofetada frente a sus ojos que rompió la boca de esa mujer, esa madre, y giro la vista nuevamente hacia él, le miro con odio.

“si vuelves a salir de tu cuarto le vuelvo a pegar”

Escucho esa frase miro a su madre que se limpiaba con la manga del camisón mientras continuaba tendida en el suelo, y se retiro, despacio, desconcertado, aturdido, herido.
El amor pudo mas, que la rabia, que el dolor de este hijo. El verdugo, castigo lo que más quería aprovechando el amor que ese niño le tenía a su madre.
¿Quién hubiese sido tan valiente?
Como ese chiquilín, tan inteligente, como para entender que debía retirarse, esa noche no se oyeron más golpes ni llantos, pero él no encontró en su corazón el silencio, el descanso.
El descontrol de la sinrazón humana mezclada con el amor, puede ser muy cruel.
Pero para estos protagonistas, para mí, y para ti también, la vida continua.
No sin denunciar estos casos atroces, pero continua.
Y el amor con ella.

“Oh bendito sentido”

Magdalena me conto, que su amor por un hombre fue tan poderoso que la movió a recorrer mares para poder estar junto a él.
No se resistió a que el destino la separara de lo que más amaba.
Como el fiel creyente sigue a su dios.
Un día salió tempranito, arropada con unos trapos viejos, pero limpios, con su pelo recogido, con su cara pintarrajeada.
Antes que despertara nadie en la casa, ella salía al encuentro del amor de su vida.
No recordaba bien su cara, no entendía la ciudad, caminada segura de su destino, aunque dudaba de su camino.
Paro un coche, suplico que la llevaran, festejo en silencio la fortuna que el destino le obsequiaba.
Acariciaba ansiosa el reloj, con la misma asiduidad que acercaba su cara al frio cristal de la ventanilla, parecía que miraba el infinito. Se recostó tranquila en el asiento de atrás, dejo caer el bastón a sus pies y confió en ese extraño.
El viaje duraba en su imaginación una eternidad, mientras las agujas apenas se deslizaban por la esfera de aquel extraño reloj de bolsillo.
El hombre le dijo que ya habían llegado, agarro su mano se la beso, recogió el bastón y se bajo tan deprisa como sus piernas le dejaban. Se sentía feliz, se sentía viva, se decía en silencio, "Magdalena, vive, vive".
La verja se resistió, pero saco fuerzas para abrirla, se deslizaba con sus pies pequeños, despacio, tranquila y excitada a la vez.
Llego a su destino, lo sabía. Agarro de la mano a su hombre, sabía que era él, le beso, le acaricio.
Alguien advirtió de su presencia, pero no le dijeron nada.
Disfrutó como una loca, hasta que una mano se poso en su hombro.

"¡Mama!". Sintió que le decían con sorpresa en la voz. No contesto.
Beso en la mejilla a su amado, a su hombre. A ese que siempre estuvo con ella.

“Mama, por favor no hagas esto, pídelo y te traigo”. La voz sonaba tierna en esta ocasión.

“Me lo pidió el corazón hijo, y yo le traje”.

Recogió su bastón de invidente, se agarro fuerte al brazo de su hijo y se fueron despacito.
¿A quién beso?, ¿A quien mimo?
 Todos sabemos que Ramiro se fue hace ya años.
Pero hay muchas Magdalenas en el mundo que necesitan dar amor, y muchos somos necesitados.

“el poder del amor es infinito”